Estas son las fases por las que pasars tras una ruptura de pareja
Existen muchos tipos de ruptura de pareja y no todos producen el mismo dolor. Algunas rupturas son liberadoras, otras son esperadas e incluso fruto del mutuo acuerdo, pero, sin duda, la ruptura más devastadora es aquella que se realiza de manera unilateral, cuando uno quiere disolver el vínculo, pero el otro no.
El desamor es un sentimiento profundamente desgarrador. Vivir una ruptura de pareja puede suponer mucho más que una mera tristeza. Puede llevar a las personas a conectar con la idea de que la vida es endeble y carece de significado. Y es que una ruptura es mucho más que ponerle fin a una relación. Supone tener que dejar atrás una rutina, desocupar el espacio mental que llenaban las cosas diarias de la pareja, romper con la estructura de futuro en la que uno puede llevar mucho tiempo trabajando, perder intimidad con amistades o tener que renunciar a determinados lugares, abandonar la propia casa, reorganizar el concepto de familia si se tienen hijos y un larguísimo etcétera de cambios que producen el desvanecimiento del equilibrio vital.
Aunque en determinadas circunstancias es más saludable continuar por separado, la ruptura de pareja puede dar lugar a un conjunto de reacciones caótico, donde la persona siente una fuerte pérdida de control, un profundo vacío interno y la impresión de que no puede darle una dirección a su vida. Dicha sintomatología se manifiesta no solo a nivel emocional, sino también a nivel fisiológico (opresión en el tórax, falta de aire, taquicardia, alteraciones del sueño y del apetito, etc.) y conductual (aislamiento social, llanto, hipoactividad, conductas de chequeo, etc.).
Las personas que están pasando por una situación como la descrita deben comprender que ninguno de los síntomas expuestos anteriormente es patológico. Todos ellos forman parte de la puesta en marcha de un mecanismo mental, natural y automático, que se encargará de recuperar el equilibrio para poder seguir viviendo. Este mecanismo se denomina duelo y es indicador de una mente sana.
El duelo, del latín dolus (dolor), es la respuesta emotiva que el organismo genera ante la pérdida de alguien o de algo. Aunque se suele atribuir al fallecimiento de un ser querido, el duelo se desencadena también ante otro tipo de pérdidas, como la pérdida de un trabajo, la pérdida de la salud o la de la pareja. A pesar del desagrado que produce, la función principal del duelo consiste en que la persona logre asumir su nueva realidad, aprenda a vivir sin aquello que ha perdido (su relación de pareja) y a reinvertir en su vida y en encontrar un nuevo sentido. Para ello la persona debe pasar por una serie de fases que se detallan a continuación y que son, más o menos, similares para la mayor parte de la población:
1. Fase de shock
Comienza cuando se produce la ruptura y se caracteriza por la incredulidad y/o la negación. En otras palabras, prima la sensación de que no es posible que haya pasado lo que ha pasado y se produce un bloqueo emocional que se puede manifestar de diferentes maneras: continuar como si no hubiera pasado nada, quedarse paralizado sin saber cómo seguir, etc. Es común sentirse desubicado, anestesiado y con la impresión de que todo es un sueño. Los síntomas son más o menos intensos en función de lo esperable que fuera la ruptura. A menudo dura horas o incluso días.
2. Fase de ambivalencia
Esta es la etapa más dolorosa y duradera. La persona empieza a asumir intelectualmente la ruptura y necesita una explicación (un motivo). Las emociones comienzan a ser intensas, ambivalentes y aparecen por periodos. Se mezcla la rabia con la pena hacia la situación. Son habituales los sentimientos de injusticia (“no me ha dado pie a resolverlo”, “no me lo esperaba”, “no me merezco este trato”), de culpa (“qué he hecho yo mal”, “no le gusto lo suficiente”), de celos (“por su ex luchó más que por mi”), de inferioridad (“y él/ ella está como si nada”), de tristeza por la pérdida del proyecto común, angustia por las decisiones que uno debe tomar (hijos, casa, amigos en común…) y suele producirse una insatisfacción generalizada con la vida (la vida había tomado una dirección y se ha roto).
Todos estos sentimientos suelen combinarse con la necesidad de revertir la situación. Es común que la persona se esperance (“puede que no sea tan grave”, “si me sigue hablando es porque en el fondo me sigue queriendo”, “quizá en un futuro volvamos a estar juntos”).
En esta etapa también se produce un “choque de ideas”: ciertas asunciones pasan a ponerse en tela de juicio. Por ejemplo, “si te portas bien, los demás se portarán bien”; “si te quiere, no te hará daño”, etc. Muchas veces las personas sienten que no reconocen a su pareja y perciben que lo vivido ha sido un engaño.
3. Fase de comprensión
En esta etapa comienza una asimilación más emocional. La persona pierde la esperanza de recuperar la relación y empieza a asumir que debe dejarla atrás. Los sentimientos dejan de ser tan ambivalentes y la persona empieza a pensar con mayor claridad y objetividad. Esta fase se caracteriza por la necesidad de explicarse a uno mismo qué fue lo que pasó y de analizar la historia de la relación con la información que se tiene. Es común sentir una enorme pena por la pérdida, ya no tan desde la rabia, sino desde la comprensión de que no hay marcha atrás. Éste es el punto de arranque hacia la aceptación.
4. Fase de aceptación
Ésta es la última etapa del duelo y se caracteriza por la superación de la ruptura. La persona ya es capaz de asumir todo lo que conlleva la ruptura y avanzar conviviendo con su nueva realidad. En este momento las personas no intentan cambiar lo sucedido, se vuelven a sentir fuertes y tienen la necesidad de apartar a la expareja (o de tomar distancia con ella) para poder rehacer su vida.
El duelo por ruptura de pareja tiene una duración variable, aproximadamente de entre seis meses y dos años. Es habitual que, después de pasarlo muy mal, las personas comiencen a sentirse mejor y, al poco tiempo, se vuelva a empeorar. Existen múltiples factores que influyen en la intensidad y duración del duelo. Por ejemplo, si la ruptura ha sido inesperada, si se ha producido por la intervención de terceras personas o si se ha vivido con la sensación de haber sido tratado con indiferencia y desprecio el duelo suele prolongarse. Esto no quiere decir nada más que la persona necesita más tiempo para recuperarse.
Los psicólogos sabemos que el duelo se elabora de mejor manera cuando la persona percibe que tiene una buena red de apoyo (amigos, familia, etc.) que le comprende, que no le presiona para que “pase rápido de página” y que es sensible a las necesidades que va teniendo a lo largo del proceso, así que si estas en un proceso de duelo por ruptura déjate acompañar por las personas significativas de tu vida o por profesionales de la salud mental que puedan ayudarte a identificar, comprender y mejorar el momento vital por el que estas pasando.
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